Eran las 3 de la tarde. Alicia comenzaba las tutorías
de psicología por la UNED
a las 4 y antes de ir a clase, se pidió un café en el Quintanilla; una
cafetería que estaba situada justo enfrente de la sede de la UNED y a la que le encantaba
ir porque adoraba esas baldosas hidráulicas que contenían mosaicos de colores.
Las baldosas típicas del modernismo. Se sentía especialmente bien, en general,
en lugares que contaban con este tipo de suelos.
Un
café con leche, por favor -. Se sentó en una de las mesas de madera que había
en el fondo del bar, de forma cuadrada y justo al lado del ventanal. Le gustaba
la asociación de café, baldosas hidráulicas, libro y sol de invierno tras la ventana.
Se acercó un hombre alto y grande, que rondaba los 47
años y le preguntó - ¿Puedo sentarme aquí? - Refiriéndose a la misma mesa en la
que estaba Alicia.
- Bueno,
el bar no es mío. Yo estoy leyendo. Usted puede sentarse donde quiera, dijo con
tono inseguro y amable. Alicia solía sentir una fuerza sobrenatural que le
superaba en esas situaciones y que le impedía ser tajante con ciertos
individuos que pecaban de falta de empatía.
El señor sólo fue capaz de permanecer en silencio
alrededor de un minuto. Vio que Alicia estaba leyendo un libro de psicología y
le preguntó.
-¿Te
interesa la psicología?
- Sí,
estoy estudiando la carrera.
- Vaya.
Pues hoy en día cualquiera es psicólogo, es más, te diría, que cualquiera tiene
una carrera. Sin embargo, tú le preguntas a uno de esos que se creen listillos
por haber estudiado una carrera cuántos números hay y no conocen la respuesta. ¿Cuántos
números hay?
Alicia se quedó pensando. No sabía muy bien qué hacer
en ese momento. Si levantarse y salir corriendo, si responder sabiendo que el
tipo seguiría entonces conversando, si permanecer en silencio, si decirle que
no estaba para adivinanzas, si levantarse y decirle al camarero que le estaban
molestando. Finalmente, respondió.
- Hay
infinitos números.
- Pues
no. Hay 10 números. Entre el 0 y el 10 hay 10 números. El 10 resulta de
escribir 1 y 0 y así sucesivamente. Bueno, no voy a marearte ahora con estas
cosas. Llevo una semana aquí. Vengo de Barcelona. Mi madre está enferma y he
venido a cuidar de ella, le dijo.
Alicia pensó que a ella no le importaba la vida de
aquel señor. Deseaba que se marchase. Ella no sabía cómo evitar seguir hablando
con él, pues le intimidaba con ese cuerpo grande y esa mirada algo salvaje.
-¿Sabes
qué me está pasando durante la semana que llevo aquí? Me estoy sintiendo mal.
Intento hablar con la gente y la gente no te escucha. Vaya mundo más inhumano.
Alicia que estaba deseando largarse, pensó que después
de las últimas frases que le había largado el tipo, si ella optaba por irse, el
tío podría cabrearse y quién sabe por dónde le daría.
- Si
te digo la verdad, también he dejado Barcelona porque mi mujer es una hija de
puta. ¿Sabes lo que me ha pasado? Resulta que una de las tardes en que solía
tener trabajo, me dijeron que podía tomarme la tarde libre, y al llegar a casa
¿sabes qué me encuentro? A la hija de puta de mi mujer tirándose a mi vecino
guardia civil. Y ¿sabes lo que hice? Bajé corriendo a mi coche y saqué del
maletero la escopeta, subí y le pegué un tiro al guardia civil. Que se joda el
muy mamón.
Alicia empezó a ponerse roja de miedo. Miró el reloj,
y sacó fuerzas de algún lugar y le dijo al tipo:
- Oye,
tengo que irme. Tengo clases a las 4.
- Está
bien. ¿Sueles venir a esta cafetería?
- Pues
no mucho. Hoy es que me ha sobrado tiempo pero normalmente voy ajustada y no
paro a tomar café.
- ¿Cuándo
podría volver a verte?
- Pues
no sé. Algún día de estos en esta cafetería – Y se marchó corriendo a clases.
Vaya caña. Me gustaría haber mantenido más el suspense pero con el título ya vas predispuesto.
ResponderEliminarSí, es verdad.El título es muy evidente. Lo tengo en cuenta.Thank you May
ResponderEliminarSí, es verdad.El título es muy evidente. Lo tengo en cuenta.Thank you May
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