miércoles, 22 de febrero de 2023

Rompiendo las olas de Lars Von Trier o sobre la pura capacidad de amar

Ayer tuve la oportunidad de ver la película “Rompiendo las olas” del director danés de cine Lars Von Trier. Rodada en el año 1996 y de 159 minutos de duración que no se me hicieron largos.

Bess es una joven dulce e ingenua que vive en un pueblo - puritano en lo religioso - de la costa de Escocia. Jan es un hombre aparentemente vividor y mundano; y cuando escribo mundano, me acuerdo de Gep Gambardella y La Gran Belleza. También, aparentemente mundano pero profundo.

Bess y Jan se casan y no voy a desvelar más de la película. Esa escena en el servicio del banquete de la boda ya deja entrever quién es Bess. Tengo teorías sobre que en las parejas suele haber uno que es el amante y otro que es el amado. El predominantemente dador y el predominantemente receptor. Me debato sobre ¿qué es mejor? ¿Ser amante o ser amado? Siempre he defendido la postura de ser amante. Considero que no hay mayor desgracia que no ser capaz de amar. Llámame romántica. Hace muchos años que pienso y observo sobre esto. Con esta película, vuelve mi debate interno. Bess es la amante. ¿El amor todo lo puede? Apuesto a que sí pero,  ¿quién tiene la capacidad de amar de Bess? Qué poca gente conozco. Esa entrega. Pero dónde está también ese punto entre amar al otro y autocuidarse. Tengo la idea de que siempre gana el que más ama, aunque se muera. Una vez lo dejé reflejado aquí pero ¿amar está sobrevalorado? En realidad, diría que existe un prototipo de “persona amorosa”. Persona que vive predominantemente en ese nivel y casi que le resulta inevitable no hacerlo. Ha nacido para amar. Ésa es Bess. Amor hacia Jan pero también, derroche de amor por los cuatro costados. Qué bien hace ese papel la protagonista. La mirada de una niña en la cara de una adulta. La ilusión y el loco entusiasmo amoroso. La dedicación de tiempo. La felicidad absoluta con la mera existencia del otro. La renuncia que no es vivida como renuncia porque le basta la presencia del otro. Mucha potencia. Mucha emoción. Terminé conmocionada y aún me dura.

Lo escribe: PAZ HERNÁNDEZ PACHECO