Lo cierto es, sin embargo, que sabemos poco de los demás y no podemos enterarnos de mucho más; aunque pasemos tiempo con ellos, oigamos sus quejas, montemos en la montaña rusa con ellos, les vendamos casas, nos preocupemos por la felicidad de sus hijos, pronto les veremos desaparecer para siempre. Unos perfectos desconocidos.
La novela
Frank Bascombe, el afamado periodista deportivo, es ahora, en esta segunda parte de la trilogía, un agente inmobiliario que pasa de los 40 años. Divorciado de Ann, con dos hijos - Paul y Clarissa - y un hijo muerto - Ralph -, sale con Sally, con quien mantiene una interesante y dispersa relación, sin implicarse en exceso, o sin implicarse como se suelen implicar todas las parejas habitualmente. Frank tiene una visión del mundo que parece haberla construido a partir de diferentes estudios estadísticos y sociológicos. Tiene cierta deformación profesional, pues en el sector inmobiliario, para poder realizar buenas ventas, se usa bastante la estadística y el personaje hace descripciones de su entorno y todo lo que ocurre como si todo fuera terriblemente previsible; según se espera por las estadísticas. La novela está narrada en primera persona.