jueves, 28 de noviembre de 2013

Relato 3 - El ascenso


El señor Benítez dejó su chambergo amarillo mostaza en el perchero de la entrada de la oficina y subió.

- He estado revisando los informes y creo que el señor López ha cometido un fraude, dijo el señor Benítez.
- ¿Por qué entras en mi despacho sin llamar antes? le dijo el señor Trejo. Sal, llamas y vuelves a entrar.

Y eso hizo el señor Benítez. Era unos años mayor que el señor Trejo. Ambos habían sido colegas hasta el mes pasado y candidatos al puesto que finalmente había terminado por ocupar el señor Trejo. Tuvieron la reunión y al terminar el señor Benítez bajó las escaleras y no de dos en dos.



Pasó un año. El señor Benítez enfermó. El señor Trejo le visitaba cada tarde. El señor Benítez estaba casado y con hijas. Nunca le contó a su familia aquel capítulo que había sufrido. La mujer de Benítez estaba muy agradecida con el señor Trejo por esas visitas que parecían ser tan sinceras. 

El señor Benítez murió y un día, una de sus hijas, se encontró con un antiguo compañero que había sido íntimo amigo suyo, el señor Ronquillo. Estuvieron hablando durante horas. El señor Ronquillo contó que ya no estaba en esa empresa. Había estado de juicios. Denunció a la empresa por haber sufrido acoso laboral y había ganado el juicio. Sin imaginar que la hija no sabía aquella anécdota sufrida por su padre, el señor Ronquillo la recordó, comentando más detalles sobre la tristeza que emanaba de la cara de su amigo.

Han pasado los años. Ahora la hija se cruza en ocasiones con el señor Trejo. Éste no la reconoce. Ella se ha cuestionado alguna vez si estaría bien acercarse y amablemente preguntarle.

- ¿Es usted el señor Trejo? ¿Sigue pidiéndole a sus subordinados que salgan de su despacho y vuelvan a entrar llamando a la puerta? Sin embargo, su corazón no se lo permite.

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