viernes, 14 de noviembre de 2014

Lanzarote de Houellebecq o lo que podría ser una semana de vacaciones al uso contada sin filtros


Esta semana terminé de leer Lanzarote de Houellebecq. Una pequeña novela ambientada en el año 2000 inundada de esa visión sin filtros con las que este escritor suele abordar sus creaciones. 

En el mundo de hoy, en el que todo está plagado de flower power, buenismo y bífidus activos, se agradece cruzarte de vez en cuando con alguien que es capaz de mostrar la otra cara de nuestros tiempos; a veces cínicos, ridículos, deprimidos, crueles o simplemente banales. No digo que todo sea eso pero, eso también existe, a pesar de los esfuerzos de muchos por mostrar o aparentar que todo va bien. Hoy precisamente hablaba sobre la importancia de tener una actitud positiva en la vida pero pienso que una cosa es eso, y otra vivir en los mundos de Yupi o en los de Doraemon, su bolsillo mágico y su gorrocóptero; más que nada por la frustración que puede generar toparse un día con la realidad.


La novela
El protagonista de la novela planea un viaje para enero del año 2000. Después de haber visitado una agencia en la que le nombraron destinos como Túnez, Senegal y finalmente Canarias, decide que su destino es Lanzarote. La genialidad de Houellebecq se deja ver desde el minuto uno cuando hace sus reflexiones sobre la figura del agente de viajes y el adiestramiento que debería tener para ser capaz de ver entrar a una persona por la puerta y con un par de preguntas o tres acertar con un destino para ella y unas características para su alojamiento y experiencias. 

El viaje dura una semana y allí se mezclará con dos alemanas lesbianas - Pam y Bárbara - y un luxemburgués afincado en Bruselas que ejerce de policía belga. Las conversaciones con unas y con otro no dejan de ser originales y significativas respecto a la idiosincrasia de los diferentes países. Muy ilustrativas a la vez que atrevidas las opiniones que se hacen en el libro, a través de la boca del protagonista, y las escenas y experiencias sexuales de alto contenido erótico por no decir pornográfico. No os asustéis. Formas y maneras de vivir la vida. A Houllebecq se le suele etiquetar de misógino, racista, antimusulmán y todas las típicas etiquetas que la mayoría de las personas suelen utilizar para clasificar a otros como mero ejercicio de supervivencia. Clasificar para aprender a tratar (o intentarlo) y actuar en consecuencia. No vemos la realidad como es sino como somos, así que lo único que me atrevo a decir de Houellebecq es que al menos es una muestra sobre que aún queda en el mundo gente políticamente incorrecta.

Si te lo vas a tomar demasiado en serio o te sientes ofendido con facilidad, entonces,  no es tu momento para leerlo.

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