viernes, 17 de abril de 2015

La Rebelión del Atlas de Ayn Rand o sobre lo que pasaría si las mentes pensantes se pusieran en huelga


Por fin, he terminado con La Rebelión del Atlas de Ayn Rand. Hice una mención de este libro en una de las primeras entradas que escribí en este blog, allá por noviembre de 2012. Como comentaba entonces, muchos consideran que ésta es la obra cumbre de la filósofa rusa. Un dato significativo es que The New York Times hizo una encuesta a los estadounidenses preguntando por el libro que más había influido en sus vidas, y después de la Biblia, la segunda referencia fue La Rebelión del Atlas, de la que se han vendido más de 30 millones de ejemplares; y es que cuando una lee un libro como éste, quedan totalmente interiorizadas ciertas ideas, entre ellas, que el mundo podría dividirse perfectamente entre los "saqueadores" y los "no saqueadores".

La novela
Dagny Taggart siempre tuvo claro que quería construir los mejores ferrocarriles de EEUU. Es la vicepresidenta de operaciones de Taggart Transcontinental, una empresa que en generaciones anteriores, ya estuvo representada por otro grande, un tío suyo aventurero, llegado de Nueva Inglaterra, Nat Taggart, que fue glorioso. A Dagny sólo le interesa el funcionamiento excelente de sus ferrocarriles y para ello, quiere trabajar con los mejores proveedores. Uno de ellos, Hank Rearden, después de 10 años de investigación, ha creado un acero para sus vías de una calidad que nunca antes había existido. Ambos, intercambiarán valor por valor, desde su egoísmo racional, y no como favor al otro, sino porque ambos quieren lo mejor para sí mismos. Sin embargo, y a pesar de ser dos seres independientes, mentes pensantes, que no se entrometen en la vida de los demás, ni quieren que nadie se sacrifique por ellos, su ritmo productivo se verá mermado al verse rodeados de personas como Jim Taggart - hermano de Dagny Taggart que no conoce ningún oficio y básicamente se centra en las relaciones sociales al carecer de propósito - o la mujer de Hank Rearden y los familiares del mismo, que no entienden cómo un hombre puede estar tan obsesionado con un propósito. 

Con la inauguración de los ferrocarriles Taggart funcionando sobre vías de metal Rearden, empieza "la guerra". Y es que otras empresas de ferrocarriles, que por sí mismas no son capaces de lograr la excelencia de la compañía Taggart Transcontinental, en nombre de la "igualdad de oportunidades" y del reparto equitativo, comienzan a diseñar estrategias con el objetivo de disminuir el negocio de Taggart y apoderarse de algo de metal Rearden. Es decir, no luchan por ser mejores, sino porque los demás sean peores. Son los saqueadores y ellos son los que niegan que A es A, niegan la realidad y reniegan del poder de la mente del ser humano. "De cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades". Esta es la filosofía que los mueve y que conduce irremediablemente a la destrucción del sistema.

Antes que Dagny y Hank, ya ha habido otros hombres pensantes que han abandonado ese mundo. Se han puesto en huelga. Han decidido no permitir que los saqueadores se apropien de lo que no es suyo. Han decidido oponerse a todos aquellos que apelan a la misericordia y que a modo de parásitos, se creen con el derecho a que los demás mantengan a quienes se niegan a usar la razón. Son los bárbaros de espíritu o los bárbaros de la fuerza; y Francisco D Anconia, John Galt, Ragnar Danneskjöld, Richard Halley, etc. han decidido crear otro mundo donde gobierna la razón y donde se ama la vida. La Atlántida. Un lugar en donde sólo viven personas que un día hicieron el siguiente juramento: "Juro por mi amor a la vida, que jamás viviré para nadie, ni exigiré que nadie viva para mi":


Personajes clave "no saqueadores"
  • Dagny Taggart ("Slug"): vicepresidente de Operaciones de "Taggart Transcontinental". 
  • Henry Rearden ("Hank"): presidente de "Rearden Steel"; productor del nuevo "Metal Rearden". 
  • Francisco D´Anconia ("Frisco"): aristócrata argentino, dueño de una inmensa fortuna e ingeniero.
  • John Galt: científico y filósofo creador de un motor inagotable.
  • Richard Halley: compositor de cuatro sinfonías. Se ha negado a crear la quinta sinfonía para los saqueadores.
  • Eddie Willers: secretario de Dagny Taggart y amigo suyo desde la infancia.
  • Betty Pope: amante de James Taggart.
  • Ragnar Danneskjöld: pirata de origen noruego que estudió en la Universidad Patrick Henry. 
  • Quentin Daniels: prometedor físico del Instituto Tecnológico de Utah que investigará para Dagny el funcionamiento del motor inagotable que fue creado por John Galt en su día.
¿Qué tienen en común todos estos personajes? Todos usan la razón, tienen un propósito y tienen autoestima. Todos actúan pensando en sí mismos y cuando se relacionan con otros, también lo hacen pensando en sí mismos. Intercambian valor por valor y nunca parasitan a nadie ni quieren que nadie se sacrifique por ellos, lo mismo que ellos no se sacrifican por nadie. Aman la vida, entienden la realidad, consideran que A es A. Son personas de acción y esto se ve reflejado también en su físico. Suelen ser personas esbeltas, con las facciones bien definidas, con la mirada despierta y que primero hacen y luego sienten. Cuando festejan algo es por algún motivo, y no caen en el festejo porque sí. La máxima expresión del hombre productivo es John Galt que no aparecerá hasta la tercera parte del libro. Y como tal, es el que tiene el cuerpo que más sigue al canon griego de belleza como la expresión física del resultado que supone ser el hombre racional. 


En la novela, cuando la gente se queda sin respuestas, suele aludir a la siguiente pregunta: "¿Quién es John Galt?". Pues bien, él mismo se ocupará de describirse en el discurso magistral que sonará durante dos horas de manera ininterrumpida en la radio estadounidense: 

(Un extracto): Durante doce años te has estado preguntando: ¿Quién es John Galt? Yo soy John Galt. Soy el hombre que ama su vida. Soy el hombre que no sacrifica su vida ni sus valores. Soy el hombre que te ha arrebatado tus víctimas y de esa manera ha destruido tu mundo. Y si quieres saber por qué estás agonizando - tú que tanto le temes al conocimiento -, soy el hombre que ahora te lo va a decir.

Has oído decir que ésta es una época de crisis moral. Tú mismo lo has dicho, con temor y a la vez con la esperanza de que esas palabras no tuvieran un significado real. Te has quejado de que los pecados del hombre están destruyendo el mundo y has llegado a maldecir a la naturaleza humana por negarse a practicar las virtudes que exigías. Como para ti la virtud consiste en sacrificio, has exigido más sacrificios ante cada sucesivo desastre. En el nombre de la vuelta a la moralidad, has sacrificado todo aquello que creías que era la causa de tus sufrimientos. Has sacrificado a la justicia por la misericordia. Has sacrificado a la independencia por la unidad. Has sacrificado a la razón por la fe. Has sacrificado a la riqueza por la necesidad. Has sacrificado a la autoestima por la negación de ti mismo. Has sacrificado a la felicidad por el deber.

Has destruido todo lo que considerabas malo y obtenido todo lo que considerabas bueno. ¿Por qué, entonces, retrocedes horrorizado, al ver el mundo que te rodea? Ese mundo no es el producto de tus pecados, sino el producto y la imagen de tus virtudes. Es tu ideal moral hecho realidad en su absoluta y total perfección.

¿Dices que el hombre no vive gracias a su mente? Me he llevado a los que sí lo hacen. ¿Dices que la mente es impotente? Me he llevado a las personas cuya mente no lo es.¿Dices que hay valores más elevados que la razón? Me he llevado a aquellos para quienes no los hay.

Mientras arrastrabas hasta tus altares de sacrificio a los hombres capaces de vivir con justicia, independencia, razón, riqueza y autoestima, yo te gané de mano: los alcancé primero. Les expliqué la naturaleza de tu juego y la de tu código moral, que ellos en su generosa inocencia no habían sido capaces de captar. Les enseñé cómo vivir según otra moral: la mía. Y fue la mía la que decidieron seguir.

Éste es sólo un pequeño extracto del gran discurso que John Galt le lanzó a la población en un momento en que ésta estaba abocada a la más absoluta pobreza. 



Personajes clave "saqueadores"
  • Orren Boyle: presidente de "Associated Steel".
  • James Taggart: presidente de "Taggart Transcontinental"
  • Lillian Rearden: mujer de Henry Rearden.
  • Sr. Thompson: jefe de Estado.
  • Dr. Robert Stadler: prestigioso físico, director del "Instituto Científico del Estado".
  • Sra. Rearden: madre de Hank Rearden. Vive en casa de su hijo.
  • Philip Rearden: hermano de Henry. Miembro de la asociación "Amigos del Progreso Social". Con debilidad crónica.
  • Wesley Mouch: hombre de confianza en Washington.
  • Dr. Floyd Ferris: científico coordinador del "Instituto Científico del Estado".

¿Qué tienen en común estos personajes? No usan la razón, carecen de propósito y autoestima. Son colectivistas y exigen de los demás el sacrificio. No son creadores. No utilizan la mente. Critican a los hombres de razón aludiendo a un bajo discurso emocional, acusándolos de "no tener corazón". Quieren igualdad de oportunidades, sin embargo, no hacen méritos para su progreso. Acuden a fiestas, a reuniones sociales y crean asociaciones para el progreso social, instituciones científicas estatales que no piensan con independencia, crean leyes, impuestos, y sangran a todos los hombres pensantes. Una vez que alguno de ellos hace cualquier descubrimiento, rápidamente quieren apropiarse del mismo. Les importa mucho la apariencia y el prestigio y son fundamentalmente hipócritas. Niegan la realidad y reniegan de aquellos a los que les gusta ganar dinero acusándolos de "egoístas" y "ambiciosos".

Respecto a esto último, Francisco D´Anconia, en otra de esas partes clave de la novela, expondrá su discurso sobre el dinero; magistral.

(Un extracto): Cuando se acepta dinero en pago del esfuerzo propio - continuó Francisco - se hace con la condición de que luego uno lo podrá cambiar por el producto del esfuerzo ajeno. No son los pordioseros ni los saqueadores los que dan valor al dinero. Y ni un océano de lágrimas, ni todos los cañones de la Tierra, podrán transformar los pedazos de papel que lleva en su billetera, en el pan que necesitará mañana para sobrevivir. Esos papeles, que en realidad deberían ser oro, son un pacto de honor; su tenencia da derecho a la energía de la gente que produce. Su billetera es la declaración de su convicción de que, en algún lugar del mundo, hay personas que no quebrantarán ese principio moral que es la raíz del dinero. ¿Eso es lo que considera malvado?

¿Alguna vez se ha preocupado de investigar las raíces de la producción? Observe un generador eléctrico y atrévase a pensar que ha sido creado por la fuerza bruta de seres carentes de inteligencia; intente cultivar una semilla de trigo sin los conocimientos transmitidos por quienes lo hicieron anteriormente; o trate de obtener alimento tan sólo con movimientos físicos, y se dará cuenta de que la mente humana es la raíz de todos los bienes producidos y de toda la riqueza que alguna vez haya existido sobre la tierra.

Sin embargo, usted considera que el dinero lo consiguen los fuertes a expensas de los débiles. ¿Pero a qué fuerza se refiere? No es la fuerza de las armas ni de los músculos, ya que la riqueza es el producto de la capacidad del hombre para pensar. Entonces, ¿el dinero lo obtiene quien inventa el motor a expensas de quien no lo inventó? ¿Lo obtiene el inteligente a expensas del idiota? ¿El capaz a expensas del incompetente? ¿El ambicioso a expensas del holgazán? El dinero debe hacerse, antes de que pueda ser saqueado, y es hecho a través del esfuerzo de las personas honradas, en la medida de la capacidad de cada una; y el honrado es aquel que comprende que no puede consumir más de lo que ha producido.

Comerciar utilizando el dinero es el código de los hombres de buenas intenciones, porque el dinero se basa en el axioma de que cada uno es dueño de su mente y de su esfuerzo. El dinero no otorga ningún poder para prescribir el valor de un esfuerzo, más allá de la elección voluntaria de quien desea ofrecer el suyo a cambio.

El dinero sólo permite tratos que se hacen en beneficio mutuo, según el libre juicio de ambas partes.

Cuando las personas viven basadas en el intercambio, poniendo como árbitro decisivo a la razón en lugar de la fuerza, lo que triunfa es el mejor producto, el trabajo más perfecto, el hombre de mejor juicio y mayor idoneidad. El grado de productividad de cada uno es también el de su recompensa. Éste es el código de existencia, cuya herramienta y símbolo es el dinero. ¿Es esto lo que considera malvado?.

Antes de este libro, ya había leído "Himno", "Los que vivimos", "El manantial", " La virtud del egoísmo", "El nuevo intelectual" y "El manifiesto romántico". Estoy de acuerdo en que "la Rebelión del Atlas" puede ser la obra cumbre de la autora, y después de haber leído y reflexionado mucho durante la lectura, es posible que de nuevo yo experimente cierto punto de inflexión. 

Considerando que el tiempo de vida que tenemos es limitado, es difícil tomar la decisión de apostar por la lectura de este libro, que se extiende durante 1.252 páginas. Sin embargo, queridos lectores, puedo deciros que ha merecido la pena usar parte de mi tiempo de vida en la lectura de esta obra. Nunca antes nadie me había dejado tan claro el verdadero significado del respeto incondicional al ser humano. Un homenaje a la vida. Te animo a que lo leas alguna vez en tu vida.

Lo escribe: Paz Hernández Pacheco

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