lunes, 14 de septiembre de 2015

La rebelión de las masas o sobre cuando el Estado es un aparato ortopédico que permite susbsistir a la colectividad


La rebelión de las masas, de Ortega y Gasset, es un libro que comenzó a publicarse en forma de artículos, en el periódico El Sol, en el año 1929.

En él, Ortega expone lo que se avecina con la llegada de las masas, la llegada de la muchedumbre, del mostrenco social; los cines se abarrotan, los trenes se llenan, los teatros tienen sus localidades y el hombre masa se mueve en la aglomeración. Delante de una persona, podría saberse si es masa o no. Masa sería todo aquel que no se valora a sí mismo - bien o mal - por razones especiales, sino que se siente "como todo el mundo" y no se angustia por ello. 

El hombre selecto - no masa - no es el petulante que se cree superior a los demás, sino el que se exige más que los demás, aunque no logre cumplir en su persona esas exigencias superiores. Así, Ortega divide el mundo en dos tipos de personas: las que se exigen mucho y acumulan sobre sí mismas dificultades y deberes y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas, vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfeccionarse. Para Ortega, estos últimos serían la masa y según él "boyas que van a la deriva".

Así, su división entre masas y minorías excelentes no es una división de clases sociales sino de clases de hombres.

Una de las cosas que denuncia es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, afirma su derecho a la vulgaridad y lo impone en todas partes. Ser diferente es considerado indecente y la masa arrolla y persigue todo lo que es diferente, egregio, individual, calificado y selecto. Si no se es como todo el mundo, si no se piensa como todo el mundo, se corre el riesgo de ser eliminado. 

Una de las reflexiones interesantes que hace es que las nuevas masas se encuentran, cuando llegan al mundo, con un paisaje lleno de posibilidades y seguro, puesto a su disposición, sin depender de su previo esfuerzo; lo mismo que hallamos el sol en el cielo sin que lo hayamos tenido que subir al hombro. 

Lo mismo que no agradecemos a otros el aire que respiramos porque nadie ha creado el aire, las masas - que él califica como "mimadas" - son, según él, poco inteligentes y creen que esa organización material y social, que está puesta a su disposición, como el aire que respiramos, tiene el mismo origen que el aire. 

La tesis que defiende Ortega es que el siglo XIX ha dado una organización a ciertos órdenes de la vida y debido a esto, las masas beneficiarias, no consideran esto como fruto de la organización sino como si fuera "naturaleza". Es decir, a las masas, sólo les preocuparía su bienestar y al mismo tiempo serían insolidarias con las causas de ese bienestar. Al no ser capaces de ver en las ventajas que ha conseguido la civilización, que son fruto de un invento y construcción prodigiosos que sólo con grandes esfuerzos y cautela se pueden sostener, asumen un único papel de exigir esas ventajas como si fueran derechos nativos. Esta metáfora, viene muy bien reflejada en La rebelión del Atlas, de Ayn Rand.

Me gusta especialmente un capítulo que denomina como "el señorito satisfecho" y otro en el que habla sobre "la barbarie del especialismo".En este último, concluye, entre otras consideraciones bien interesantes, que el hombre de ciencia actual es el prototipo del hombre - masa; un bárbaro moderno. Habla de él como el sabio - ignorante. En todas las cuestiones que ignora, se comporta, no como ignorante, sino como un petulante que se permite esto por ser sabio es su especialidad; así, en política, en arte, en lo social, en otras ciencias, etc. actúa primitivamente, siendo un ignorante, pero opinará con energía y suficiencia, sin admitir especialistas de esas otras cuestiones. Cuando se especializó, la civilización lo convirtió en un ser hermético y satisfecho dentro de su limitación. Según Ortega, la estupidez con que piensan, juzgan y actúan hoy en política, arte, religión y otras cuestiones sociales, los "hombres de ciencia" - médicos, ingenieros, financieros, profesores, etc. - se refleja en esa actitud suya de "no escuchar", de no someterse a otras instancias superiores. Ellos serían el símbolo del imperio actual gobernado por las masas y la causa de la desmoralización europea.

El libro no tiene desperdicio.

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