martes, 19 de enero de 2016

Relato 14 - Primos

Dieciséis años después de aquella muerte traumática, otro fatídico 18, el tío de Kira enfermó. A su hermana y a ella, el trauma les cogió cuando tenían 21 y 18 años respectivamente. Sus primos contaban esta vez con 30 y 33 años. Eran chico y chica. Su prima había vivido con Kira durante 4 años en el mismo piso, sin embargo, la relación con su primo era más distante; aunque ella siempre había tenido intriga y ganas de profundizar en la relación con él. Le generaba, involuntariamente, mucha curiosidad. 

El tío murió un frío jueves de enero. La muerte suponía una gran pérdida en la familia y particularmente para Kira, esa muerte representaba la pérdida de quien había sido considerado por ella, sin él saberlo, su segundo padre. Sin embargo, en esta ocasión, la muerte le sorprendió con una evolución de su consciencia. Antes de todo esto, Kira había pasado por diferentes procesos - entre ellos, una terapia psicoanalítica - y de las últimas prácticas que estaba desarrollando estaba la práctica del desapego. 

Kira estuvo arropando a sus primos. Sabía que cada persona está en una etapa en su vida y que cada uno, con su propia existencia, va sacando sus conclusiones vitales. Quería decirle a sus primos tantas cosas y a la vez, no quería avasallar ni mucho menos dotarles de un manual de instrucciones para la vida post mortem.

Le gustaría decirles que con el paso del tiempo la total entrega que habían mostrado hacia su padre siempre sería un bálsamo contra sus heridas; les diría que aquellos que en este momento ellos pensaban que no habían estado a la altura, ya tendrían suficiente con su propia pesadumbre y que, además, había que asumir cuanto antes que cada uno tiene su propia vida; les diría que expulsaran de su interior cualquier rencor que pudieran experimentar y que en ningún caso lo alimentaran; y que cuando estuvieran buceando en el drama, ordenaran a su córtex cerebral salir de allí cuanto antes. Que no perdieran su tiempo vital con lamentos, ni con inactividad, ni pasotismo, ni abulia, ni desencantos y que siguieran experimentando la vida con entusiasmo; abiertos a la sorpresa y siempre aprendiendo, con coraje y valentía.

Sin embargo, nada tendría que decirle a sus primos sobre la amistad. Hacía poco tiempo que Kira había leído algo sobre este tema. Una vez, le preguntaron a Buda, si las tres cuartas partes de la vida tendrían que ser la amistad y él repuso: "No, las cuatro cuartas partes de la vida tienen que ser la amistad"; y eso le enseñaron su tío y sus primos a Kira, que quien siembra, recoge. 

Nunca antes había observado de una manera tan plena, consciente y sentidamente la importancia de la amistad en la vida; y ésta fue una de las grandes conclusiones vitales que Kira extrajo en mitad del velatorio.

Lo escribe: Paz Hernández Pacheco


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