cliquea desde el sofá de su casa,
ocasionalmente, asiste a alguna manifestación.
Quién sabe si es un samaritano.
Es adicto al reconocimiento.
Se frota las manos en privado.
Le resta importancia a tus logros.
Si trabaja en correos,
y llega la hora de cierre,
desliza la ventanilla de atención al público,
con una risa sádica contenida
dirigida al último de la fila.
Le gusta el poder y te dice,
hasta mañana.
Quién sabe si es un fariseo.
Se ocupa tanto de hacer el bien que no tiene tiempo de ser bueno.
Paz Hernández
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